DINASTÍAS
LOS PRIMEROS REINOS DE LA EUROPA PREHISTÓRICA


En la Edad del Bronce, Europa fue escenario de transformaciones cruciales. Hacia 2200 a.C., tres sociedades emprendieron trayectorias que desembocaron en la imposición de la desigualdad social y la centralización política: El Argar en el sudeste de la península ibérica, Unetice en las regiones centrales del continente, y Otomani-Füzesabony en la cuenca de los Cárpatos. El intercambio a larga distancia, los ejércitos, la lucha por territorios y recursos, las fronteras políticas y los impuestos, que hoy forman parte de nuestra realidad, tomaron entonces carta de naturaleza. Habían hecho su aparición los primeros estados de Europa continental.

El estudio del ADN antiguo permite trazar los movimientos migratorios del pasado. Hacia 2900 a.C., a comienzos de la Edad del Cobre, poblaciones de las estepas de Eurasia central y occidental se desplazaron hacia el oeste. Poco después, en los territorios centrales del continente aparecieron comunidades que utilizaban cerámicas campaniformes. Estos grupos, emparentados con los de origen estepario, migraron a su vez hacia regiones cada vez más occidentales y meridionales, donde fueron mezclándose con las poblaciones locales pero conservando sus cerámicas, sus rituales funerarios y, posiblemente, sus formas de organización política. En torno a 2200 a.C. contribuyeron a la formación de las sociedades de la Edad del Bronce, más dinámicas, pero también más desiguales.

La tumba de Halberstadt

En 2019 se descubrieron en Halbertstadt (Alemania), ocho sepulturas campaniformes pertenecientes a los momentos finales de la Edad de Cobre. La más destacada contenía el esqueleto de un hombre acompañado por un vaso cerámico, un puñal de cobre y un brazal de piedra rojiza decorado con motivos geométricos. El cuchillo y la placa denotan la posición preeminente de su propietario. Con el tiempo, los hombres armados se convertirían en las figuras dominantes de la Edad del Bronce.

Hacia 2500 a.C., coincidiendo con los desplazamientos de población de finales de la Edad del Cobre, se generalizó el uso de una vajilla peculiar: la cerámica campaniforme. Su nombre responde a la forma acampanada de algunos recipientes, aunque lo más destacado es su profusa decoración. Líneas, zigzags y triángulos se distribuyen simétricamente alrededor de la vasija, creando llamativos patrones. Los análisis de residuos han confirmado que estos vasos contenían alimentos y bebidas que probablemente se compartían en contextos rituales y festivos. La cerámica campaniforme también desempeñó un papel destacado en las prácticas funerarias.

La arqueología del siglo XX ya apuntaba evidencias que hacían pensar en grandes movimientos de pueblos en Europa al final de la Edad del Cobre. En la actualidad, las modernas técnicas de ADN proporcionan pruebas irrefutables de ello, pero también plantean nuevas preguntas. La llegada de nuevas poblaciones coincide con la aparición de personajes "guerreros" que disfrutaban de una posición social privilegiada, y que tanto en la península ibérica, como en la Europa Central están ligados a la cultura Campaniforme.

Vasijas de cerámica campaniformes
Neehausen (2500 a.C.)





 

Vaso campaniforme.
Humanejos, tumba 5 (2400 a.C.)
Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid.

Durante la época campaniforme se multiplicó el número de enterramientos singulares de hombres y mujeres, claramente destacados del resto tanto por el tipo de tumbas como por la riqueza de sus ajuares. Un ejemplo es la necrópolis de Humanejos, en Parla (Madrid). Nueve de sus casi cien sepulturas concentran más de la mitad de las ofrendas funerarias. Entre ellas sobresale en particular la tumba 1.

Alabarda de cobre y punta de hueso.
Humanejos tumba 1 (2400 a.C.)
Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid.

Botón de piedra.
Laderas del Castillo (2300 a.C.)
MARQ Museo Arqueológico de Alicante.

Placa de oro.
Vila Nova de Cerveira (2500 a.C.)
Museu Nacional de Arqueología. Lisboa

A comienzo de la Edad del Bronce (2200 a.C.) los vasos campaniformes desaparecieron de buena parte de Europa. La nueva alfarería de El Argar y Unetice se distingue por la ausencia casi total de decoración y el aprecio por las formas aquilladas de perfil abrupto. En los territorios Otomani-Füzesabony empezó a producirse una cerámica decarada con ovas, espirales y otros motivos en relieve. Cierta regularidad de la capacidad de los recipientes apoya la existencia de un sistema de medidas para controlar el almacenamiento y la distribución de productos, en particular los cereales. Las vasijas de alta calidad, elaboradas por especialistas podrían ser objeto de intercambio.

En los territorios de El Argar, Unetice y Otomani-Füzesabony se levantaron los primeros núcleos del continente con rasgos urbanos: alta densidad de ocupación, marcadas diferencias de tamaño y función entre edificios, organización de las casas por barrios y presencia de construcciones públicas como almacenes, cisternas y recintos rituales. Los talleres de forja, molienda, procesado de animales o tejeduría dan testimonio del nivel de especialización y la intensidad económica. En los territorios de El Argar y Unetice se han encontrado grandes edificaciones relacionadas con las élites emergentes. Muchos poblados de la Cárpatos y el sudeste peninsular estaban protegidos por murallas o por la propia topografía del terreno.

Modelo de carro de cerámica.
Necrópolis de Encs (Mérnökségi, Hungría)
(1900 a.C.)
Museo Hermann Ottó-Miskolc

Las tumbas y sus ajuares reflejan la posición de los individuos en el nuevo orden social. En Unetice, las más opulentas estaban reservadas a los hombres de la clase dominante, como el enterrado bajo el túmulo de Leubingen (Turingia) con armas y herramientas de bronce y piedra y joyas de oro. Los brazaletes y el hacha de oro de Dieskau (Sajonia-Anhalt) seguramente pertenecieron al "prícipe" enterrado en el túmulo de Bornhöck, el mayor monumento funerario de la Edad del Bronce de Europa continental. Estos señores de las armas y el metal ocupaban la cúspide de la pirámide social de El Argar, Unetice y Otomani-Füzasabony. Por debajo se encontraba el resto de la población, dividida en categorías jerárquicas de guerreros, miembros de pleno derecho y, probablemente, esclavos o dependientes.

Ajuar funerario del túmulo de Leubingen, Turingia (1950-1930a.C.)
Landesmuseum für Vorgeschichte. Halle
Hacha y puñal de bronce.

El control del proceso metalúrgico, dela orfebrería y de la circulación de materias exóticas como el marfil o el ámbar permitía a las elites de la primera Edad del Bronce mantener contacto entre ellas y distanciarse del resto de la sociedad. El dominio sobre la producción y la distribución del metal llegó a ser una verdadera herramienta de poder político. Con la fundición en serie de lingotes y hachas surgió la noción de valor de cambio y posiblemente una forma incipiente de moneda.

Actividades extractivas, como la minería, y el desarrollo de artesanías de todo tipo —principalmente la metalurgia y orfebrería, la tejeduría y la artesanía de marfil, entre otras— se incrementaron al ritmo del aumento de la productividad agraria, de lo que sus linajes más poderosos supieron sacar partido. El control de la circulación del cobre, del estaño, la plata, el marfil o el ámbar los posicionaba en la cúspide de la sociedad, con acceso privilegiado a la información que circulaba por esas mismas redes. Esto puso también en sus manos otro tipo de poder: el control ideológico de la sociedad.

Las principales zonas mineras de la primera Edad del Bronce se encontraban en Sierra Morena, los Alpes y los Cárpatos septentrionales. El trabajo en la mina empezada encendiendo un fuego en el frente de la veta que agrietaba la roca y facilitaba la extracción del mineral con martillos de piedra y picos de asta de ciervo. A veces los fragmentos se trituraban a pie de mina para desprender la mayor cantidad posible de roca no mineralizada —la ganga— antes de trasladarlo a los talleres de fundición.

El mineral triturado se cocía a altas temperaturas con carbón vegetal. En la escoria resultante, el cobre aparecía trasformado en gotas que se extraían por martillado y se fundían en el crisol. El metal líquido se vertía en moldes de piedra o arcilla para formar lingotes y artefactos diversos. El forjado, imprescindible para eliminar la porosidad y conseguir armas y herramientas resistentes, era el paso más laborioso. Durante la forja, la pieza se golpeaba con un martillo sobre un yunque, ambos de piedra. La fase final consistía en el pulido y afilado de los objetos.

Peine de marfil.
Cabezo Redondo (1400 a.C.)
Museo de Villena.

Pulsera de bronce con doble terminación en espiral.

En 1970, durante el drenaje de un lago próximo a la localidad de Melz, en el norte de Alemania, se halló un extraordinario conjunto formado por varias alabardas y un hacha. Las hojas y los astiles estaban unidos por una anilla fundida alrededor de la junta, pero se desmontaron y separaron antes de arrojarlos al lago. Los mangos forraban varas de madera de fresno o de tilo, y el estudio de las hojas ha demostrado que se utilizaron en combate. La alabarda fue el arma más común de la clase guerrera de El Argar y Unetice entre 2000 y 1800 a.C.

Conjunto de alabardas y un hacha de bronce con mango.
Meltz (1950 - 1750 a.C.)
Landesamt für Kultur und Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern Landesarchäologie.

Alabardas, hachas y espadas, en cuanto objetos vinculados a la violencia física, eran al mismo tiempo instrumentos y símbolos del poder político. Su posesión se asociaba con la violencia y el liderazgo, ya que la habilidad en el combate era valiosa para mantener el orden social existente y conservar lo privilegios conquistados. La decoración de algunas armas con elementos de oro, plata y marfil diferenciaba a los líderes u oficiales de los simples guerreros.

Hacia 1550 a.C., los primeros estados o "reinos" de la Edad del Bronce se desmoronaron. A los cambios en los circuitos comerciales, tanto mediterráneos como continentales, se unió al agotamiento de determinados recursos. Sin embargo, la desigualdad social y la explotación económica extremas debieron ser aún más decisivas. Las revueltas de la mayoría de la población contra las élites se manifiestan en el abandono de los asentamientos más destacados, la ocultación de objetos de gran valor simbólico, como el disco de Nebra, y el cese de la construcción de tumbas "principescas" e incluso su saqueo.

Espada de bronce con mango de oro.
Guadalajara (1600 - 1450 a.C.)
Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

En 1999, unos buscadores de tesoros que recorrían el monte Mittelberg, cerca de la localidad de Nebra, en Alemania, hallaron la que hoy es la representación realista del cielo más antigua del mundo, datada en torno a 1700 a.C. Junto a ella se habían depositado dos espadas de bronce, otras tantas hachas, un cincel y un juego de brazaletes.

Recuperado del mercado negro en 2002, el Disco Celeste de Nebra ha arrojado una luz insospechada sobre le Edad del Bronce europea. La placa metálica codificaba en un leguaje racional y conciso una regla oriental de sincronización del año solar (365 días) y el año lunar (354 días) tomando referencia la posición relativa de la luna y las Pléyades.

Las décadas centrales del II milenio a.C. fueron tiempos de grandes cambios. En muchos lugares donde habían imperado sistemas con fuertes desigualdades se produjeron levantamientos contra el poder que marcaron el fin de las primeras sociedades clasistas de Europa. Las élites trataron de ocultar algunos de sus emblemas más valiosos, como el disco celeste de Nebra, quizá esperando recuperarlos algún día.

Sombrero de oro.
Schifferstadt (Renania-Palatinado, Alemania) (1400 - 1300 a.C.)
Historisches Museum der Pfalz. Speyer

El sombrero de Schifferstadt es uno de los cuatro sombreros de oro cónicos conocidos, junto con el de Avanton (Poitou, Francia), el de Ezelsdorf (Feranconia Media, Alemania), y El llamado Sombrero de oro de Berlín, cuya procedencia se desconoce. Al parecer, todos se enterraron en posición vertical como parte de un ritual. El sombrero de Schifferstadt es el más pequeño y también el más antiguo. Se ha podido fechar gracias a las tres hachas de bronce que le acompañaban, pertenecientes a un tipo datado entre 1400 y 1250 a.C.

Amuleto egipcio: Horus de pasta vítrea. Posiblemente fabricado en talleres púnicos.
Necrópolis de la Albufereta, Alicante. Siglo IV a.C.